Hoy me siento un poco como ese potaje de lentejas... que sobro. Así que me siento en el sofá para ver la tele mientras él lo ENGULLE todo.
Al despertar descubro a Sobras LAMIÉNDOME la cara.
Pero no a la usanza: un lengüetazo lento y mojado desde el cuello hasta la sien que me puso los pelos de punta.
¡¡Sobras!!
El perro se apartó y me miró fijamente. Dibujó una horrible sonrisa rapaz y comenzó a mover la cola.
Ese día, los alaridos alertaron a los vecinos y llamaron a la policía. Fue el día que me comí a mi perro. El día que me sacaron de casa, esposado, restregando en el felpudo aquella sobrasada peluda que se pegaba en las suelas.